Se cerró...

Entre tantos sentimientos desordenados costaba distinguir la realidad de lo que pasó. No todo fue bueno, no todo era positivo.

Al tocar aquellos momentos magicos, éstos se desintegraban en sus manos como si de humo se tratase, y dejaban al descubierto emociones oscuras, llenas de rabia y dolor. Aquellos fragmentos de memoria no se desintegraban, sino que se aferraban a los dedos de la niña, haciendole recordar por qué aquel baul estaba cerrado bajo llave.

La angustia la abrazo, la derrumbo, y le mostró su peor cara...

Con desesperación volvió a cerrar aquel baul, dejando en su interior todo aquello que nunca debió de salir. Se sentó sobre la tapa, y esperó...

Tenia que volver a cerrarlo, todo tenía un porqué, y aquellos sentimientos le hicieron sentir más dolor qué alegría.

La figura de la puerta era difusa, casi traslúcida. La claridad de su presencia se desvaneció, y la cerradura calló al suelo...

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