¿Para qué...?
Una puerta cerrada, una llave perdida, y una nueva forma de abrir aquella cerradura que se prometió para siempre cerrada. Silencio salieron de las paredes de aquella habitación. La soledad se seguía sintiendo después de tantos años. La misma confusión que tanto la había hecho sufrir. Tristeza por deshacer pasos que juró olvidados. El olor a talco que desprendía el polvo depositado sobre aquel baúl y la sensación de suavidad sobre la yema de sus dedos le provoca una añoranza insoportable de controlar La niña sigue sentada sobre el quicio de aquella puerta rota, buscando en el espesor de la habitación alguna razón que le sirva para dejar la puerta abierta...