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El camino a la guarde lo hacemos en silencio. Tú intentando descubrir todo lo que el mundo tiene para ti. Yo redescubriendo el mundo través de tus ojos y tus inquietudes. La inocencia de tus gestos me mantienen atenta mientras el mundo continúa con su ritmo habitual. ¿Que aprenderás hoy? Una paloma se cruza en nuestro camino y tú, lejos del miedo, intentas darle parte de la galleta que llevas desmigada entre las manos. Un gesto, una mirada tuya me distrae de mis pensamientos, mientras el sol, emergiendo por el horizonte, te aporta una luz cálida al rostro y un brillo singular tu cabello. Hoy es mi cumpleaños y sigo sintiéndome sola a pesar de que estas aquí conmigo. No me sueltes la mano y ayúdame a seguir creciendo a tu lado.

¿Donde nacen los sentimientos?

¿De donde nacen los sentimientos? ¿Qué órgano es el encargado de producirte dolor emocional? ¿Cuál se encarga de expandir tu corazón cuando miras a la persona adecuada? ¿Porqué sentimos paz interior cuando miramos al mar a través de sus ojos? Quiero entender cómo tratar los sentimientos, pero primero debo saber de dónde nacen, quien los produce, por qué... Los sentimientos no deben de ser abstractos si somos capaces de sentirlos de manera tangible, llegando incluso a tocar esas manos temblorosas producidas por el miedo y la impotencia, a secar las lágrimas que produce la tristeza, o a saboreamos las sonrisas de la felicidad. Quiero saber de dónde vienen para controlarlos, para entenderlos y aprender a coger las riendas... ¿Cómo voy a mostrarle el mundo si no lo entiendo?

El fin de algo que no empezó

Poco a poco, su ansia de sed fue desapareciendo, no por regocijo de hidratación, sino por perdida de fuerza en su dolorido cuerpo. El muro, frío y quebradizo, le servía de recuerdo constante para comprender que jamás desaparecería aquella sensación. Una voz, lejana y apenas entendible, era la única compañía tras aquellas piedras, y una sensación de ahogo por la añoranza del tacto la abrazaba en su soledad. No quedaban mas pasos para ella... T
La brecha se abrió y sangró,  y nadie dudó de ello.  La herida nunca había cicatrizado,  y la pudredumbre había hecho mella en ella,  dejándola más débil de lo que nunca imaginó.  Nadie le enseño a curarse las heridas,  aunque mil veces le advirtieron de sus consecuencias.  Nadie se preocupó por desinfectar aquella grieta que se hacía más grande cada vez que llovía. Nadie,  ni siquiera ella... 
La muralla, que siempre se había erigido ante ella grandiosa y victoriosa,  había dejado caer fragmentos de sus sólidos muros. Algunos rayos de sol,  débiles y tímidos,  se asomaban a través de sus grietas para dejar evidente su maltrecho estado. Al mirarlo con otra perspectiva,  se dio cuenta de la maleza que rodeaba aquella construcción, volviendola débil.  ¿Tal vez ella regó algunas de esas ramas? ¿Era hora de reconstruir sus piezas o de dejar ver lo que sus ladrillos escondían?

Una taza fría

Unos ojos incapaces de expresar lo que sentían buscaban en el infinito la respuesta que ya tenían,  aunque su naturaleza salvaje les impulsase a dar tienda suelta a sus deseos... Y entonces una daga se le clavo en el corazón,  recordándole aquello que no quería saber,  y un dolor punzante saco las lágrimas que había prometido guardar. Curioso el destino,  cruzando caminos sesgados de grietas,  tropiezos y esquivo.  Curiosa la vida,  dando razones que el corazón no quiere comprender.

La lista.

Aquellos pies no volvieron a pisar esa estancia tan peculiar, pero el corazón se quedó como testigo para describir a la perfección cada rincón de sus librerías, culminantes de páginas que fueron testigos de una gran historia de pasión, tan llena de amor que nunca llegó a fraguar. Un vestido naranja iluminaba cada paso, y unas manos traviesas buscaban recodos entre las telas, logrando dejar la curiosidad en un segundo lugar, y plasmando en su piel el recuerdo imborrable de unos labios en su espalda. El recuerdo no lo olvida por el erotismo que desprendió cada letra que fue testigo, a pesar de ser, sin más, una más en su lista por tachar.

Se cerró...

Entre tantos sentimientos desordenados costaba distinguir la realidad de lo que pasó. No todo fue bueno, no todo era positivo. Al tocar aquellos momentos magicos, éstos se desintegraban en sus manos como si de humo se tratase, y dejaban al descubierto emociones oscuras, llenas de rabia y dolor. Aquellos fragmentos de memoria no se desintegraban, sino que se aferraban a los dedos de la niña, haciendole recordar por qué aquel baul estaba cerrado bajo llave. La angustia la abrazo, la derrumbo, y le mostró su peor cara... Con desesperación volvió a cerrar aquel baul, dejando en su interior todo aquello que nunca debió de salir. Se sentó sobre la tapa, y esperó... Tenia que volver a cerrarlo, todo tenía un porqué, y aquellos sentimientos le hicieron sentir más dolor qué alegría. La figura de la puerta era difusa, casi traslúcida. La claridad de su presencia se desvaneció, y la cerradura calló al suelo...

Tu baúl...

El baúl se abrio, y nadie le dio permiso ¿Fue una ráfaga de viento? ¿Fue un golpe de suerte? El baúl se rompio. ¿Dónde quedó la cerradura? A los pies de la niña se derramo el contenido del baúl. Inundó el cuarto y mojó sus ropajes. La dejó fría, intranquila, miedosa, sensible ... ¿Cómo recogía nuevamente todo aquello? Una silueta la miraba desde la puerta. En sus manos la cerradura de aquel baúl tintineaba, brillante y victoriosa, feliz de volver a dar rienda suelta a todo aquello que siempre habia encerrado. Su piel disfrutó de la suavidad de aquellos sentimientos. "Zink...?" "Sigo aquí, siempre he estado aquí" "Zink... ¿Que ha pasado? ¿He dormido? ¿He soñado?" " Has vivido..."